El lunes 30 de octubre,
participamos de la jornada de juegos en la escuela ubicada en el barrio Ludueña
de la ciudad de Rosario.
Durante el trayecto en
colectivo, la incertidumbre de lo desconocido se apoderaba de cada una. Era
la primera vez que íbamos allí. Éramos como aventureros cuando apenas ingresaba a ese lugar. Al llegar, nuestras alma se
lleno de alegría al ver esas caritas sonrientes y felices porque sabían que
iban a jugar.
La escuela se encuentra
decorada con frases de Don Bosco y de L. Nebbia, con las hormigas recordando a
Pocho Leprati y famosa pintura del ángel de la bicicleta, y una frase que nos llamó la atención porque no solo evidenciaba la falta de estos chicos, sino
también, de que lo único que los hace ser fuertes es la entrega de algo tan
signifícate como una sonrisa: “No te pido
que me cobres un vaso de agua, sino, que me entregues una sonrisa”.
Cuando los alumnos se
dirigían al comedor a tomar la merienda, conversábamos con ellos.
Preguntaban sobre nuestros nombres, de dónde veníamos y si jugaríamos. Al ir
instalando los diversos juegos, no paraban de agarrar los instrumentos porque
ya quería comenzar con la jornada.
Cerca de las cuatro y
media de la tarde, comenzó la tarde de juegos. Muchísimos chicos se acercaron a
cada stand para divertirse y jugar. De todas las actividades llevamos como: derribar las botellas, el fútbol de tres piernas, correr una pelota de ping pong sobre vasos con agua, ponerle la cola a la vaca, etcétera.
Al finalizar la jornada,
los alumnos buscaron sus mochilas y se realizó la bajada de bandera. Ellos cantaron
dos canciones que no habíamos escuchado. Una para la bandera y otra que hablaba
sobre Dios como una forma de rezar antes de irse a sus casas.
Durante la jornada fuimos una
más de ellos que buscaba conocerlos y de disfrutar cada instante. Al
encontrarnos, no observamos la falta o el lugar en donde viven. Como maestra no
debemos marcar la diferencia, sino, tomar lo heterogéneo para estar y jugar
juntos que muchas veces es necesario.
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